El ambiente que se consigue en un aula tiene una determinación directa sobre el éxito en la comprensión y la posterior capacitación para desarrollar cualquier temario curricular. Es por ello que el estudio del clima del aula está a la orden del día. Numerosos autores han estudiado la importancia de alcanzar un buen ambiente para la consecución de un correcto proceso de enseñanza-aprendizaje.
Desde el modelo de Inteligencia V.E.C. se ha podido cuantificar la variable clima en el aula, a través de la activación por parte de alumnos y maestros de las emociones que componen el acrónimo C.A.S.A. (Curiosidad, Admiración, Seguridad y Alegría). Siendo primordial la importancia del papel del profesor como gestor del clima, por lo que es necesario que los educadores logremos consciencia de la relevancia de este tema y de los factores que lo afectan.
Por un lado, las investigaciones más significativas de tipo internacional, como el Laboratorio Latinoamericano de Evaluación de la Calidad de la Educación (Llece-Serce, 2008), señala: «El clima del aula es la variable que mayor influencia ejerce sobre el rendimiento de los estudiantes, por lo tanto, la generación de un ambiente de respeto, acogedor y positivo es una de las claves para promover el aprendizaje entre los estudiantes y el aula». Factores emocionales generados por un buen ambiente escolar están asociados al buen rendimiento escolar, para el aprendizaje de los niños y las niñas, otro tanto se registra en las investigaciones sobre las «escuelas eficaces» y los factores asociados con la «calidad educativa».
Las variables que acompañan al clima en el aula, se pueden diferenciar en aquellas que dependen de la familia de origen del alumno/a, de tal forma que entre la variable relación entre los miembros de la familia (Sheerens, 2000) y la propia relación entre los maestros/as y familiares (Brunner y Elacqua, 2004) saturan el peso de las variables del hogar.
Respecto a la escuela, el clima en el aula tiene un peso del 62% del total que corresponde a la incidencia de las variables que pertenecen a la escuela, siendo la arquitectura de la escuela un 12% (Murillo, 2000), y la relación de los maestros/as con el alumno un 22% (Blanco, 2009), tal como nos referimos en la tabla que a continuación presentamos.
¿Qué clima escolar?
Entendemos por clima, el ambiente emocional o atmósfera que se genera en la relación de los participantes en un aula, de tal manera que si este esta dinamizado por la curiosidad, la calma o tranquilidad que consigue que haya una atmosfera donde se puede escuchar o entender a aquellos que expresan su opinión, y por ello dentro de un marco de seguridad y protección, con momentos de alegría, o pellizco de gracia, el aprendizaje es directo. Mientras que climas dentro de emociones T.R.A.M. (Tristeza, Rabia, Asco o Miedo) generan relaciones y por ello atmosferas de miedo, tensión, angustia desorden, desánimo, tristeza o rabia, según sea el estilo de relaciones que se establecen entre el educador y los estudiantes, la dirección y las educadoras o los estudiantes entre sí.
La relación entre pares, educadores y estudiantes puede generar una interacción positiva, que forja vida, entusiasmos, ánimo y ganas de descubrir, experimentar —de allí el término CON-VIVIR CON EL OTRO—, para generar aprendizajes, metas, ilusiones y ganas de «estar en el aula». El educador es el artífice de esta gestión mediante las normas, la metodología apropiada, un espacio organizado y un mundo de sorpresas.
Puede, por tanto, indicarse que el clima del aula, de la institución, es el resultado entre otros factores, del conjunto de interacciones, vivencias, aspectos estructurales, emocionales y motivacionales que influyen en el proceso de aprendizaje.
ROBERTO AGUADO